Vivimos en una época donde las guerras destruyen hogares, el odio levanta muros y el desamor deja vacíos en el alma. Pero si esta noche podemos abrazar a quienes amamos, si nos nace brindar una sonrisa a un desconocido, o encender una vela por los caídos, tenemos aún la semilla del cambio en nuestras manos. La Navidad no es solo celebrar, sino transformar.

Erradicar el odio comienza cuando decidimos escuchar antes de juzgar, perdonar antes que guardar rencor y tender la mano en lugar de alejarnos. Las guerras no solo se libran con armas; a veces nacen en las palabras que hieren, en la indiferencia hacia el sufrimiento del otro. El desamor puede apagarse cuando reconocemos que el amor es nuestra mayor fuerza: un amor que no excluye, que no calcula, que sana y reconstruye.

Que esta Navidad nos haga valientes, nos haga humildes, nos haga generosos. Que la luz de esta noche ilumina las tinieblas de la violencia y enciende un fuego de esperanza en cada rincón del mundo. Hagamos de nuestro corazón un refugio de paz, porque la verdadera revolución comienza en el alma.

¡Feliz Navidad! Que el amor reine siempre en nosotros.