Mi infancia estuvo marcada por el sufrimiento, pero lejos de quebrarme, me forjó en un ser fuerte, inteligente y compasivo. La vida me ha enseñado que la verdadera riqueza reside en la humildad, el respeto y la búsqueda incansable de la paz.

A mis ojos, la nueva generación posee un potencial extraordinario. Gozan de un mundo lleno de oportunidades, pero a la vez, se enfrentan a una paradoja: lo tienen todo y, a la vez, no tienen nada. Sufren de una sed intelectual y espiritual que solo puede saciarse con valores genuinos y un compromiso con la construcción de un mundo más humano.

Es aquí donde reside mi misión: ser un sembrador de semillas de bondad. Pretendo aportar mi experiencia y sabiduría a las mentes jóvenes, guiándolas hacia un camino de empatía, responsabilidad y amor por el prójimo.

En medio de las sequías intelectuales que azotan nuestro tiempo, me presento como un combatiente perseverante en la búsqueda de una humanidad más compasiva y menos cruel. No me resigno a la indiferencia ni a la apatía. Creo firmemente en el poder transformador de la educación y la acción colectiva.

Juntos, podemos cultivar un jardín de esperanza donde florezca la bondad, la justicia y la paz. Un mundo donde el sufrimiento no tenga cabida y donde cada ser humano sea valorado y respetado por su esencia.

Soy parte de esa historia bonita que mi madre trajo al mundo, y estoy decidido a escribir un nuevo capítulo lleno de luz y esperanza.

¡Adelante, hacia una humanidad más humana!